La cultura de paz consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones[ https://es.unesco.org/themes/programas-construir-paz].
Desde el planteamiento de la cultura para la Paz como proceso liberador, reflexivo y determinante, tal y como se fundamenta en la llamada educación emancipadora2[ Freire,1975;giroux, 1990; Apple, 1989;Sáez, 1989.], la Educación para la Paz sirve a los hombres y mujeres frente a una crisis económica y sanitaria, promoviendo mantener la entereza en la búsqueda de la mayor coherencia posible entre la paz, el desarrollo, el respeto de los derechos humanos y la justicia.
La cultura de la violencia impregna todas las esferas de la actividad humana: la política, la religión, el arte, el deporte, la economía, la ideología, la ciencia, la educación e incluso lo simbólico; buscando la justificación en el uso de la fuerza y la práctica de la destrucción, en nombre de algo superior.
La Cultura de la Paz, es un esfuerzo capaz de contrarrestar esas tendencias y de consolidar una nueva manera de ver, entender y vivir el mundo, empezando por el propio ser consecuentemente con las personas de su entorno. El reto consiste en que la sociedad se concientice y responsabilice sobre las acciones actuales, así como sus efectos, convirtiéndose en protagonistas de su propia historia, con instrumentos de transformación que no impliquen la destrucción u opresión ajena.
El concepto de Cultura de Paz atrae la atención de quienes buscan los mecanismos para transformar las mentes y los corazones de poblaciones que históricamente han sido afectadas por conflictos e intereses de terceros, como en el caso de las comunidades rurales en México, que han sido privadas de sus derechos y para recuperarlos han colectivizado movimientos, logrando accionar a sus comunidades en la vía de la cultura de la paz. La suma de esta energía se ve reflejada en grupos, como ejemplo se encuentran las sociedades cooperativas que a través de sus valores y principios tienen como objetivo preservar la cultura de sus lugares de origen, los ecosistemas y el bien vivir de sus familias y el entorno en general[ Jiménez Aceros, Erika Tatiana (2020). «Educación para la Paz. Una reflexión sobre el concepto de Educación en Paulo Freire y los estudios de paz». Analysis 26, no. 5: pp. 1–22].
Así pues, tomando como punto de partida la persona y lo humano, la Cultura de la Paz se presenta como una aspiración por edificar, crear y construir nuevas relaciones humanas de todos los niveles, buscando principalmente criterios objetivos, procesos y métodos que ayuden a solucionar los problemas. La construcción de la cultura de paz es un proceso lento que supone cambios de mentalidad individual y colectiva.
Desde la Secretaría de Trabajo se busca crear espacios de diálogo y la promoción de la sensibilización, misma que detona en acciones de solidaridad, sororidad, igualdad, democracia y trabajo colectivo. Promoviendo de esta manera la formación y consolidación de acciones entre las sociedades cooperativas.
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