Cooperativismo y perspectiva de género

Miércoles, 27 Abril 2022 15:43

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La cultura de paz consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones[ https://es.unesco.org/themes/programas-construir-paz]. Desde el planteamiento de la cultura para la Paz como proceso liberador, reflexivo y determinante, tal y como se fundamenta en la llamada educación emancipadora2[ Freire,1975;giroux, 1990; Apple, 1989;Sáez, 1989.], la Educación para la Paz sirve a los hombres y mujeres frente a una crisis económica y sanitaria, promoviendo mantener la entereza en la búsqueda de la mayor coherencia posible entre la paz, el desarrollo, el respeto de los derechos humanos y la justicia. La cultura de la violencia impregna todas las esferas de la actividad humana: la política, la religión, el arte, el deporte, la economía, la ideología, la ciencia, la educación e incluso lo simbólico; buscando la justificación en el uso de la fuerza y la práctica de la destrucción, en nombre de algo superior. La Cultura de la Paz, es un esfuerzo capaz de contrarrestar esas tendencias y de consolidar una nueva manera de ver, entender y vivir el mundo, empezando por el propio ser consecuentemente con las personas de su entorno. El reto consiste en que la sociedad se concientice y responsabilice sobre las acciones actuales, así como sus efectos, convirtiéndose en protagonistas de su propia historia, con instrumentos de transformación que no impliquen la destrucción u opresión ajena. El concepto de Cultura de Paz atrae la atención de quienes buscan los mecanismos para transformar las mentes y los corazones de poblaciones que históricamente han sido afectadas por conflictos e intereses de terceros, como en el caso de las comunidades rurales en México, que han sido privadas de sus derechos y para recuperarlos han colectivizado movimientos, logrando accionar a sus comunidades en la vía de la cultura de la paz. La suma de esta energía se ve reflejada en grupos, como ejemplo se encuentran las sociedades cooperativas que a través de sus valores y principios tienen como objetivo preservar la cultura de sus lugares de origen, los ecosistemas y el bien vivir de sus familias y el entorno en general[ Jiménez Aceros, Erika Tatiana (2020). «Educación para la Paz. Una reflexión sobre el concepto de Educación en Paulo Freire y los estudios de paz». Analysis 26, no. 5: pp. 1–22]. Así pues, tomando como punto de partida la persona y lo humano, la Cultura de la Paz se presenta como una aspiración por edificar, crear y construir nuevas relaciones humanas de todos los niveles, buscando principalmente criterios objetivos, procesos y métodos que ayuden a solucionar los problemas. La construcción de la cultura de paz es un proceso lento que supone cambios de mentalidad individual y colectiva. Desde la Secretaría de Trabajo se busca crear espacios de diálogo y la promoción de la sensibilización, misma que detona en acciones de solidaridad, sororidad, igualdad, democracia y trabajo colectivo. Promoviendo de esta manera la formación y consolidación de acciones entre las sociedades cooperativas.
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En el caso de Puebla existen experiencias de gran valor, en las que mujeres cooperativistas han generado estrategias para enfrentar las diversas violencias que se ejercen contra ellas. Uno de estos casos es el de la cooperativa Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, cuyas socias decidieron organizarse tras identificar violencias por parte de los compañeros cooperativistas. Tal como lo relatan en su libro “Hilando nuestras historias. El camino recorrido hacia una vida digna” en las asambleas no escuchaban sus propuestas, su participación era poco valorada y, quienes dirigían y controlaban los proyectos en la cooperativa eran en su mayoría hombres.

Esto llevó a las mujeres a tomar la decisión de separarse de la cooperativa en la que estaban “participando” y así conformar la propia. Los procesos reflexivos de los que parten estas mujeres, permiten que se conciba una manera diferente y necesaria de vivir el cooperativismo. Por lo tanto, es importante poder formar cooperativas partiendo del reconocimiento de la diversidad de voces, personas, condiciones sociales y sobre todo de la participación de mujeres.

En este sentido, debe reconocerse la pluralidad entre mujeres y hombres, y reconocer su participación en las cooperativas desde una perspectiva interseccional e inclusiva.

En el caso de Puebla existen experiencias | Cooperativismo y perspectiva de género

Referencias:

Masehual Siuamej Mosenyolchicauani. (2016). Hilando nuestras historias. El camino recorrido hacia una vida digna. México.

Videos complementarios:

Puebla cooperativa